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Otonosama El Señor

8.00

Okiagari Otonosama El Señor. El otonosama era el dueño absoluto de su han y tenía la potestad de decidir sobre la vida y la muerte de sus súbditos. Los campesinos, los artesanos, los comerciantes y los samuráis debían obediencia y lealtad al otonosama, que a su vez les ofrecía protección y justicia.

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Descripción

Otonosama El Señor

El período Edo fue una época de gran importancia en la historia de Japón, que se extendió desde el año 1603 hasta el 1868.

Durante este tiempo, el país estuvo gobernado por una serie de shōgunes de la familia Tokugawa, que establecieron su capital en la ciudad de Edo (actual Tokio). Los shōgunes eran los señores feudales más poderosos de Japón, que ejercían el control político y militar sobre el resto de los daimyōs y familias (señores territoriales) y el emperador, que quedaba relegado a un papel simbólico y religioso.

Uno de los rasgos distintivos del período Edo fue el sistema de gobierno conocido como bakuhan, que combinaba el bakufu (gobierno del shōgun) y el han (dominio feudal). El bakufu era una compleja burocracia que administraba los asuntos nacionales, mientras que el han era la unidad básica de la sociedad feudal, donde cada daimyō tenía su propio castillo, ejército, leyes y economía.

Los Tokugawa establecieron una jerarquía entre los daimyōs basada en su lealtad y cercanía al shōgun. Los más fieles eran los fudai, que ocupaban las tierras más próximas a Edo y tenían cargos importantes en el bakufu.

Los más alejados eran los tozama, que poseían las regiones más periféricas y tenían menos influencia política. Entre ambos se encontraban los shinpan, que eran parientes del shōgun y gobernaban dominios estratégicos.

 

Otonosama

El término otonosama se usaba para referirse al señor feudal de cada han, ya fuera un shōgun, un shinpan, un fudai o un tozama. Era una forma respetuosa y reverencial de dirigirse al daimyō, que implicaba reconocer su autoridad y poder.

El otonosama también tenía la obligación de cumplir con las leyes y las órdenes del bakufu, que regulaban aspectos como la política exterior, el comercio, la religión y la cultura.

El período Edo fue una época de paz, prosperidad y aislamiento para Japón. Los Tokugawa lograron mantener la unidad y la estabilidad del país mediante un estricto control social y político. Sin embargo, también hubo tensiones internas y externas que desafiaron el orden establecido.

Algunos ejemplos fueron las rebeliones campesinas, las intrigas entre los daimyōs, las presiones de las potencias occidentales y el surgimiento del nacionalismo.

Estos factores contribuyeron al declive del shogunato Tokugawa y a la restauración del poder imperial en 1868, lo que marcó el fin del período Edo y el inicio de la era Meiji.

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