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Monje Ikkyu-san

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Monje Ikkyu-san Okiagari. Ikkyū tuvo una gran influencia en la evolución de la ceremonia japonesa del té, al introducir el concepto de wabi-sabi, que valora la belleza de lo simple, lo imperfecto y lo efímero.

También fue un defensor de los marginados y los oprimidos, especialmente de los músicos ciegos, a quienes ayudó a organizarse y a obtener reconocimiento social.

Además, contribuyó a la reconstrucción del templo Daitoku-ji, que había sido devastado por un incendio durante una guerra civil.

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Descripción

Monje Ikkyu-san Okiagari

¿Conoces la historia de Ikkyū Sōjun, el monje zen que desafió las convenciones de su época y se convirtió en un referente de la cultura japonesa? Te contamos algunos detalles de su vida y obra, así como su influencia en el arte, la poesía y la ceremonia del té.

 

Ikkyū nació en 1394 en Kioto, supuestamente como hijo ilegítimo del emperador Go-Komatsu. A los cinco años fue separado de su madre y enviado a un templo de la escuela Rinzai del budismo zen, donde aprendió cultura y lengua china.

Desde joven mostró una personalidad rebelde e inconformista, criticando la hipocresía y la corrupción de los monjes de su entorno, que se alejaban de la verdadera práctica de la meditación.

 

A los trece años abandonó el templo Kennin-ji y empezó a vagar por diferentes lugares, buscando un maestro que le enseñara el auténtico zen. Finalmente lo encontró en Kaso, un abad del templo Zenko-an, que le dio el nombre dhármico de Ikkyū, que significa «una pausa».

Bajo su tutela, Ikkyū alcanzó el satori, o iluminación, a los 26 años, mientras escuchaba una pieza musical ejecutada por unos músicos ciegos.

Kaso le otorgó el inka, un certificado de su realización espiritual, pero Ikkyū lo rechazó y lo quemó, renunciando al cargo de abad que le correspondía.

 

A partir de entonces, Ikkyū llevó una vida errante y bohemia, frecuentando tabernas, burdeles y salones literarios. Se enamoró de una ciega llamada Mori, con quien compartió su pasión por la poesía y el sexo.

Escribió numerosos poemas en japonés y en chino, en los que expresaba su visión del zen, el amor y la naturaleza, con un estilo directo, irónico y provocador. También practicó la caligrafía y la pintura, creando obras originales y vanguardistas.

 

Visión Zen

Ikkyū no renegó del zen, sino que lo reinterpretó a su manera, integrando el placer y el dolor, lo sagrado y lo profano, lo ordinario y lo extraordinario. Para él, todo era manifestación de la vacuidad, el principio último de la realidad según el budismo.

Por eso decía: «No hay nada que no sea Buda». Su actitud iconoclasta e irreverente le valió el apodo de «el loco de la nube», pero también el respeto y la admiración de muchos seguidores.

 

Ikkyū murió en 1481, a los 87 años, víctima de una malaria. Su legado se ha mantenido vivo a través de los siglos, inspirando a generaciones de artistas, competidores de sumo, escritores y pensadores.

Su figura también ha sido popularizada por el manga y el anime, especialmente por la serie Ikkyū-san, que narra sus aventuras infantiles con humor e ingenio.

 

Ikkyū Sōjun fue un monje zen único e inolvidable, que nos enseñó a vivir con libertad, creatividad y compasión. Como él mismo escribió:

No sigo las antiguas huellas; busco lo que ellas buscaron.

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